By Jose Manuel Escobar Gerente LQA
Huyendo de los calores estivales, he pasado unos días en tierras cántabras, allí me he entregado de forma incondicional a mis varias pasiones; la lectura, las experiencias culinarias, a dar largos paseos por el campo y alguna que otra actividad familiar relacionada con la naturaleza. Han sido gratificantes y frescas.
Estando allí, un buen amigo, me envió las imágenes del nuevo telescopio en el espacio llamado “James Webb”. Os invito a que lo veáis, está en YouTube vale la pena, como se indica en el vídeo, es una autentica “maquina del tiempo”. Reconozco que a mí me ha impresionado bastante, te ofrece el concepto del infinito estelar, la inmensidad y lo que es nuestro Planeta en dicha inmensidad, algo único y singular, que se sepa al menos por ahora.
Días antes había visto unas impresionantes pinturas en unas cuevas prehistóricas, total que empecé a elucubrar con las típicas preguntas: ¿Por qué estamos aquí?¿Cuál es la razón de nuestra existencia? Reconozco que estuve varios días dándole vueltas al tema existencial.
Días más tarde por las circunstancias del destino un lugareño me recomendó un restaurante, en una pequeña aldea llamada El Tojo. Es un núcleo de no más de 50 habitantes diría yo, situado en un lugar idílico, en el Valle del Saja. Allí almorzamos y fue una experiencia increíble, la comida era de una calidad suprema; las alubias rojas de su propia cosecha con carne de venao, la menestra de verduras cultivadas por ellos mismos en su huerto, la cecina, la ensalada con unos tomates de intenso color y sabor,… La comida servida magistralmente por un joven llamado Fermín, eran dignas de un restaurante Estrella Michelin.
El restaurante se llama La Bolera, reconozco que el nombre me desconcertó un poco porque por aquellos páramos no había bolera alguna, seguro que tiene alguna razón tal peculiar nombre, pero la desconozco. La cocina de aquel restaurante podía competir con la de cualquier restaurante top de una gran ciudad europea, ¡pero no!, estaban en plena naturaleza.
Luego para bajar la copiosa comida di un breve paseo por la aldea y casualmente me encontré con Emilio, un jubilado de sapiencia infinita e interesante conversación, el cuál tenía un taller donde tallaba todo tipo de objetos de madera con sus manos, ¡era impresionante! Allí había de todo tipo de utensilios de madera; cucharas, cucharones y tenedores de cocina, bancos, mesitas, juguetes de otras épocas como un tirachinas o un trompo de los de toda la vida,… eran verdaderas obras de artesanía.
Compré un par de varas de pastor de madera de avellano blanco, toda una obra de arte, daba la casualidad que Emilio conocía Almería. Estuvo hacía muchos años en un viaje del Imserso, se hospedó en un hotel de Roquetas de Mar y estuvo visitando invernaderos en El Ejido, ¡no me lo podía creer! Lo recordaba con añoranza y buenos recuerdos y me dijo que le gustaría volver.
La cuestión es que después de aquella experiencia, mis dudas existenciales desaparecieron, y es que todos estamos aquí por un propósito, cada cual debe de encontrar el suyo, pero una vez encontrado hay que hacerlo o llevarlo a cabo con “Calidad”. Da igual lo que hagas; platos sublimes en un valle rodeado entre montañas o en una gran ciudad, zapatos como el Gran Manolo Blahnik, varas de pastor como mi amigo Emilio o cultivar calabacín y pepino ecológico como es nuestro caso.
Como decía en mi anterior publicación la “actitud creativa” junto con la singularidad y la autoexigencia es lo que nos hace progresar, ser mejores cada día, cada uno en el camino de su propósito.
La calidad y el ingenio como propósito de la vida
Sinceramente creo que en eso se basa nuestra existencia. No hace falta vivir en una gran urbe, rodeado de las supuestas necesidades cotidianas para tener un propósito y ser feliz.
Está claro que la calidad y el ingenio pueden estar donde menos lo imaginemos, como relata la película “La Reina de Katwe” basada en hechos reales, en la que una joven de 11 años sale de su entorno de miseria en Uganda gracias a convertirse en un prodigio del ajedrez.
En un mundo rodeado de profesionales especializados en comunicación, marketing digital, social selling, social media strategic, etc, reconozco que ya me pierdo con tanto nombre rimbombante, donde existe una gran formación pero a veces poco aprendizaje. La formación sin aprendizaje es como un cultivo que no da frutos, el aprendizaje es transformar la formación en realidades tangibles que nos hace crecer, asumir errores y obtener consecuencias reales al objeto de ser mejores cada día.
Y es que muchos la buscamos pero no son tantos los que dan con la tecla de la creatividad, ese punto que marca la diferencia, que te da que pensar…
Luego sin embargo un día vas paseando por la calle y te encuentras un cartel en la acera invitándote a comer tarta junto a un café o té, que te arranca una sonrisa y piensas; “el que haya escrito esto es un genio”, y puede que no tenga formación en publicidad, pero entiende y comprende a la gente, tiene mundología.
En el caso del equipo humano de “LQA thinking organic”, nuestro propósito para la próxima campaña que está a la vuelta de la esquina, es la de ofrecer el mejor calabacín y pepino ecológico del mercado a nuestros clientes y que estos reconozcan nuestro trabajo con sus compras y fidelidad.
Y como buen cinéfilo me despido con una frase mítica de las muchas que tiene la obra maestra de «Forrest Gump»:
“Yo no sé si mama tenía razón o si la tiene el teniente Dan. Yo no sé si todos tenemos un destino, o si estamos flotando casualmente como en una brisa. Pero yo creo que pueden ser ambas, puede que ambas estén ocurriendo al mismo tiempo”.
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