9 de septiembre día mundial de la agricultura

9 de Septiembre, Día Mundial de la Agricultura: Día para la Reivindicación

La agricultura y su impacto en la evolución de la humanidad

La agricultura se estima que se inició entre el 9500/8500 a.C.. El ganado se domesticó sobre el 9000 a.C., y las lentejas sobre el 8000 a.C.. Es la agricultura lo que permite el antes y el después en el desarrollo de la humanidad.

Algunos pensadores, como Yuval Noah Harari (Israel 1976), consideran que la agricultura conllevó más contras que ventajas. Así lo expresa en su libro “Sapiens, de animales a dioses”, donde afirma que “la revolución agrícola fue el mayor fraude de la historia”. Sin embargo, yo considero que fue el mayor logro evolutivo. Otra cuestión es el uso que unas élites sociales hicieron y hacen al calor de la agricultura; no matan las espadas, sino quien las empuñan.

La importancia de la agricultura en la formación de civilizaciones

Los asentamientos humanos, las ciudades, las naciones y, finalmente, los imperios se forman gracias a la agricultura, así como el concepto de propiedad, lo que conllevó el desarrollo social, la aparición de clases sociales, la especialización en las funciones de cada individuo en su ámbito social y, por supuesto, también trajo la desigualdad.

Podemos considerar que afortunadamente la civilización ha avanzado en los últimos 3000 años y ahora es más justa y racional; pero permítanme disentir, ya que en lo esencial no hemos cambiado tanto.

El derecho a una alimentación saludable en retroceso

En los últimos tiempos, y por diversos motivos, pero sobre todo después de la pandemia del COVID, el derecho universal a una alimentación accesible, sana y saludable está en retroceso. Diversos estudios evidencian que comer bien es una necesidad que cada vez menos personas pueden permitirse, incluso en el mundo desarrollado.

La inflación, el «impuesto de las clases medias y menos favorecidas», está haciendo mella en el consumo de frutas y hortalizas, pescado fresco, y ni hablar ya del consumo de verduras y frutas ecológicas, que está en claro retroceso por su precio más elevado comparado con la versión convencional. Además, hay menos disponibilidad de estos productos producidos en el ámbito local y de cercanía.

Según informes de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura), 3100 millones de personas tienen serios problemas para alimentarse de un modo saludable, lo que conlleva problemas sociales como flujos migratorios, inestabilidad, hambruna, guerras y miseria.

Los desafíos que enfrentan los agricultores europeos

Al mismo tiempo, los agricultores europeos cada vez son menos. Las causas principales son:

  • Incremento de los costes de producción y la competencia desleal de terceros países, inducida por los oligopolios del sector agroalimentario.
  • Desafíos medioambientales, falta de mano de obra y leyes como la Restauración de la Naturaleza que menoscaban la competitividad y la supervivencia del campo en Europa.
  • Desinterés de las nuevas generaciones por el mundo rural, que ven a sus padres y no consideran que sea una opción de vida de desarrollo personal y digna en estos tiempos.
  • Una ineficaz Política Agraria Común que resta más que suma, donde prevalece la burocracia frente al pragmatismo.

También en el llamado mundo occidental, la cultura de la cocina familiar (muy mediterránea), el juntarse la familia (abuelos, padres, nietos) alrededor de la mesa, se está perdiendo. Ese valiosísimo patrimonio cultural está siendo desplazado por otras culturas que predominan en la comida rápida, los platos precocinados, hipercalóricos y baratos. Esto genera un problema transversal que afecta no solo a cuestiones culturales, sino también a la seguridad alimentaria, la salud, y la obesidad de los jóvenes.

La «agrofobia» y el futuro de la agricultura

Desafortunadamente, la dicotomía entre el mundo urbanita y el mundo rural se ha ido afianzando, inducida por una élite de opinión y de gobernanza que ha creado lo que denomino «agrofobia»: un rechazo del mundo urbanita hacia todo lo que viene del campo. Según este punto de vista, los agricultores contaminan el planeta, maltratan a los animales y son responsables de la elevada inflación por los elevados costes de la cesta de la compra.

Tampoco somos un país que tenga soberanía energética; somos un país agrícola y de servicios. Si no queremos perder lo poco que nos queda de nuestra soberanía alimentaria y nuestro campo, necesitamos urgentemente políticas de protección, la aplicación de las llamadas cláusulas espejo para los productos extracomunitarios, así como la creación de una cultura y formación en las escuelas sobre hábitos de vida saludables: una correcta alimentación, hacer deporte y fomentar ese trasvase de conocimientos que se transmitía de madres a hijos, cuando se enseñaban las recetas de la abuela al resto de la familia.

Hoy en día siempre podemos recurrir a internet o a un robot de cocina, pero estarán de acuerdo conmigo que no sabe igual ni de lejos.

Al mismo tiempo, nos dicen que hay que comer menos carne, ya que contamina, y que debemos consumir insectos o carne sintética fabricada en un laboratorio en Kentucky.
¿Eso no contamina?

Finalizo con una frase de Dwight D. Eisenhower:

“La agricultura se ve fácil cuando el arado es un lápiz y se está a mil millas del campo de maíz”.

 

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